Todos moriremos

Todos moriremos

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Juan Manuel Carballeda

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Felipe Niño

¿Cómo se propaga una epidemia? ¿El final de la raza humana empieza en los aeropuertos?

¿Cómo se propaga una epidemia? ¿El final de la raza humana empieza en los aeropuertos?

Todos moriremos

Nunca pensé que iba a escribir algo que empiece con una definición de la Real Academia Española, pero tampoco pensé que iba a escribir una nota y que la iba a leer un montón de gente. Además, hice muchas otras cosas que siempre dije que nunca iba a hacer.

Si buscamos la definición de “éxito” nos encontramos con: 1. m. Resultado feliz de un negocio, actuación, etc. 2. m. Buena aceptación que tiene alguien o algo.

A nivel especie, podemos decir que el éxito es reproducirse mucho. A los humanos nos fue bastante bien. Digo, poblamos toda la Tierra, aún en sus ambientes extremos. Sin embargo, las poblaciones humanas (debido a que caminamos despacito y a eventos culturales que no me atrevo a discutir), en general, crecieron aisladas entre sí.

Ese aislamiento llevó a que los patógenos que nos atacaran y el sistema inmune que nos defiende evolucionara separadamente en cada lugar. Entonces, el hecho de tener un sistema inmune re bien preparado para reventar a un patógeno que sólo está en la población A, no te otorga ningún beneficio en la población B. Por lo que, un poco de selección natural mediante, se fueron quedando los mejorcitos en cada sector.

Dos de esos eventos bien registrados sucedieron en 1914 y en 1939: la Primera y la Segunda Guerra Mundial; donde, además de las armas, las bombas y todas esas cosas visibles, nos enfrentamos a agentes invisibles que eran aún más peligrosos. Se decía que el que ganaba no era el que mejor armamento tenía ni el que ejecutaba la mejor estrategia, sino el que llevaba el patógeno más letal.

Un poco de razón tenían. Se cree que la introducción de agentes infecciosos de distintos lugares durante la Segunda Guerra Mundial mató a más personas que el conflicto armado en sí. Punto para los invisibles.

A medida que avanzaban las posibilidades de viajar, además de nuestras costumbres, se fueron esparciendo algunas enfermedades. Pero aún así nos movíamos despacio y, como muchas enfermedades que generan virus y bacterias tienen un desarrollo rápido, no había forma de llevarlas lejos, porque la enfermedad se desarrollaba y se curaba (con un poco de suerte). O por lo menos se terminaba antes de llegar a destino.

Hasta los aviones.

Los aviones cambiaron nuestro ambiente de una manera mucho más drástica porque nos hacen viajar muy rápido. Esto significa que llevan lejos esas enfermedades que, yendo despacito, no llegarían nunca.

Recién me llamó mi mamá preguntándome por el Ébola y, como me gusta asustarla, le dije “Nos vamos a morir. Todos”.

El Ébola es virus que provoca una enfermedad muy grave que dura pocos días. El brote de 1976 fue el que generó más mortalidad (alrededor del 90%), dándole el horrible diploma de “uno los virus más letales que se conoce”.

Además lleva su información genética como ARN. Llevar toda la información del organismo en el ARN es cualquiera.  El ARN es mucho más inestable y cambiante que el ADN (que es como la llevamos todos los otros organismos). Como se imaginarán, eso hace que el virus sea muy propenso al cambio, y las vacunas muy complicadas de hacer. Un virus parecido al Ébola en su almacenamiento de información es el de la gripe. Es así que este bicho generó un ejército de personas que se vacunaron porque el médico les dijo, y al final se enfermaron igual.

Por suerte, el Ébola no se contagia nada fácil entre humanos porque requiere el contacto directo y, como dura poco, es posible aislar a los infectados antes de que contagien a muchos más, por lo que no es verdad lo que le dije a mi madre. O sí. Porque nos vamos a morir, pero no en este instante. Y no por Ébola.

Muchas películas nos mostraron virus que, por algún tipo de mutación, pasan a, por ejemplo, ser capaces de esparcirse en el aire. Entonces mutación de acá, mutación de allá y el virus provoca una super pandemia de la que Estados Unidos nos salva gracias a su nueva vacuna.

Pero no.

Es totalmente impensable que un virus pueda cambiar semejante cosa porque, aunque sea propenso al cambio como en este caso, deberían generarse transformaciones estructurales muy profundas. Es como si hicieran una película en la que, de repente, los humanos pudieran respirar abajo del agua. Creo que algo así se vio en Waterworld, pero de esa no les puedo decir nada porque me quedé dormido a los pocos minutos. De todos modos, es el brote más grande de la historia de la enfermedad y crece el número de infectados de manera un poco preocupante, por lo que se generó un estado de alerta para contener la enfermedad. Alerta que es eso: alerta. No pánico. No cataclismo, ni apocalipsis, sino cuidado.

No porque nos vaya a matar gracias a una mutación cósmica, sino porque en el mundo somos una bocha y nos movemos rapidísimo.