Níquel

ELEMENTO 28

Níquel

28

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En 1750, un grupo de mineros sajones que buscaba cobre en la cordillera Erzgebirge –conocida como los montes Metálicos, en la frontera entre Alemania y la República Checa– descubrió un depósito mineral extraño, de un color apenas más claro que el marrón rojizo del cobre. Lo extirparon de la montaña y lo sometieron al proceso […]

En 1750, un grupo de mineros sajones que buscaba cobre en la cordillera Erzgebirge –conocida como los montes Metálicos, en la frontera entre Alemania y la República Checa– descubrió un depósito mineral extraño, de un color apenas más claro que el marrón rojizo del cobre. Lo extirparon de la montaña y lo sometieron al proceso que se usaba en la época para fundir cobre. Los encargados de la fundición se sorprendieron al ver que el resultado era un metal brillante, plateado y extremadamente duro.

Experimentaron con diversas técnicas para fraguarlo, pero no consiguieron dominarlo. El metal se resistió e hizo que los mineros enfermaran. Los menos afectados tuvieron dolores de estómago, vómitos y diarrea. Otros sufrieron síntomas de vértigo, lo que provocó caídas y accidentes en la mina. Los que habían manipulado el mineral de forma directa experimentaron cuadros de delirio e, incluso, hubo quienes murieron. Los mineros concluyeron que aquello que parecía cobre en realidad era algo distinto, un cobre disfrazado y peligroso. Lo bautizaron Kupfernickel, que significa “cobre del Viejo Nick” o “cobre del diablo”, ya que “Viejo Nick” es el apodo que toma Satán en el folclore sajón. 

El rumor de que una roca contenía el espíritu malvado del diablo corrió por Europa, llamó la atención de varios alquimistas y atrajo al químico sueco Axel Fredrik Cronstedt. A decir verdad, en los papeles, Cronstedt no llegaría a ser legalmente un químico ya que, por problemas económicos, tuvo que dejar los estudios para trabajar en el Departamento de Minería de Suecia, donde conocería a su mentor Georg Brandt, célebre químico y descubridor del cobalto.

Cronstedt se propuso dar con una técnica que le permitiera extraer cobre del Kupfernickel. En 1751, arremetió contra las advertencias de los mineros alemanes y logró algo que en principio no se había propuesto: extrajo del Kupfernickel un metal blanco más fuerte que el hierro e igualmente maleable, dúctil y magnético. Sus estudios revelaron que ese metal no estaba solo: el Kupfernickel también contenía un 56% de arsénico, lo cual explicaba aún más la toxicidad sufrida por los mineros durante la extracción y fundición. 

El nombre definitivo de “níquel” llegó en 1754, cuando Cronstedt lo presentó a la Academia de Estocolmo como un elemento blanco, plateado y débilmente magnético. Los químicos franceses fueron reticentes a aceptar el nuevo metal, hasta que Torbern Bergman, en 1775, agregó evidencia al preparar un espécimen libre de cobalto, arsénico y hierro, elementos que contaminaban la primera muestra de Cronstedt.

En la actualidad, el níquel es parte crucial de varias recetas de acero que forman parte, entre muchas otras, de las aleaciones usadas para construir aeronaves y misiles de combate, y circula a diario por nuestras manos en forma de monedas. Quizá, como un gesto de ironía del Viejo Nick, estas monedas sean una extensión de aquellas que le faltaron a Axel Fredrik Cronstedt para terminar sus estudios formales como químico.