Olidos y organizados

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Ezequiel Arrieta

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Germán Di Ciccio

¿Las feromonas tienen los efectos que nos prometieron las publicidades de perfume?

¿Las feromonas tienen los efectos que nos prometieron las publicidades de perfume?

Olidos y organizados

Las publicidades de perfumes tienen de todo menos sentido. Mujeres y hombres sensuales, jirafas, autos recontra caros, luces, focas, joyas, barriletes, globos aerostáticos, tetas inmunes a la gravedad, lechuzas, barbas cuidadas, perritos. Son como lo que pasa cuando les das psilocibina a las novelas de la tarde.

Muchas de marcas de perfumes promocionan orgullosas sus pócimas mágicas de amor. Según las publicidades, estas maravillas de free shop te convierten en una máquina sexual, adorada y deseada por cada persona del planeta gracias a las feromonas que actúan como afrodisíaco.

RAWRRRRR, FEROMONAS.

Pero, ¿esto tiene sentido o es como cuando nos vendían chanpú con ADN vegetal? Para empezar, las feromonas son sustancias producidas por algunos seres vivos para generar determinados comportamientos en individuos de la misma especie, como cuando tu novia te dice que no le pasa nada, pero más químico y menos ambivalente. Hay un montón de feromonas distintas, están tanto en animales como en vegetales, y algunas de estas señales hormonales pueden ser tan potentes como eructo de mortadela (quizás la metáfora menos glamorosa de todos los tiempos).

Estas hormonas volátiles tienen varias funciones de acuerdo a la especie: la abeja reina las usa para controlar a las obreras, las hormigas marcan sus autopistas de transporte de recursos y las plantas ‘se sirven’ de ellas para ahuyentar predadores (todos los verbos con muchas comillas e itálicas porque, bueh, evolución y teleología van separadas, como Estado y religión, pero en serio). Sin embargo, el grueso de los mortales las conoce por la supuesta capacidad que tiene la morocha de levantarte la temperatura cuando se suelta el pelo en el bondi, que se llena de partículas voladoras de existencia más dudosa que las de la película esa de Mark Wahlberg en la que las plantas nos atacaban. Posta, alguien aprobó un presupuesto para una película en la que nos atacan con polen neurotóxico que incita al suicidio. En su defensa, alguien aprobó también Batman vs. Superman.

La idea de que los perfumes podían influir sobre la sexualidad de las personas llegó tan lejos que en 1994, un científico del ejército de Estados Unidos propuso desarrollar una bomba con feromonas femeninas, que sería arrojada al campo de batalla y haría que los soldados del bando contrario se encontraran irresistibles entre sí. Gran momento para usar Teoría de la Mente e imaginarnos la cabeza del investigador, absolutamente plagado de clichés, asumiendo que es un re buen plan que los soldados dejen las armas y se pongan a bailar YMCA mientras ellos los capturaban, o algo así. La gay bomb, de verdad. Y no, el chiste de ‘bomba gay’ no es mío y, peor, PARA ELLOS NO ERA UN CHISTE, ES EL NOMBRE QUE LE PUSIERON.

Pero la anécdota más bizarra que relaciona la nariz con la sexualidad se la lleva un amigote del loco Freud, un personaje llamado Wilhelm Fliess. Fálico como su compañero, Willy flasheaba que la nariz era un potente órgano sexual y que en el interior había unos puntos que representaban los genitales. La cuestión es que Willy ponía merca en las supuestas zonas de la nariz de los pacientes para ver qué pasaba con sus ganas de aparearse. Sin embargo, Wilhelm no pudo demostrar sus hipótesis. Cosa que para nada le impidió escribir un montón al respecto, y todavía más, ya que su exploración en la intersección de los conjuntos ‘pala’ y ‘nariz’ lo llevó a operar el órgano aspirador del mismísimo Sigmundito dos veces.

Fosas nasales de Freud, vista interna.

Fosas nasales de Freud, vista interna.

Sabemos que, en los mamíferos, las feromonas interactúan con un coso chiquito de la nariz que se llama órgano vomeronasal, pero en los humanos éste se empieza a atrofiar como corteza prefrontal de barrabrava alrededor de la semana 16 de gestación (unos 4 meses), y cuando llegamos a la adultez, el coso es tan cosito que parece ser inútil. Esto coincide con el hecho de que no dependemos tanto del olfato como otros animales, ya que a pesar de que algunos tengamos narices que parecen traficar oxígeno, en los seres humanos se apagaron unos 600 genes relacionados con el sentido del olfato.

Es muy loco todo porque se supone que, si no tenemos la base anatomofisiológica para que las feromonas nos pongan cachondos o lo que sea que hagan, no debería pasar nada. Pero aparecieron estos investigadores de Suecia que agarraron el sudor de hombres y mujeres y se lo hicieron oler a otros hombres y mujeres heterosexuales y homosexuales, mientras los metían en esas máquinas ruidosas que miden la actividad del cerebro, y encontraron que se sí activaban zonas relacionadas con la orientación sexual (hipotálamo anterior) cuando olían los fluidos sobacales de aquel género al que le querían entrar. Otro experimento flashero, a partir de la premisa de que el alcohol nos pone más cachondos y listos para el coito, demostró que aquellos hombres heterosexuales expuestos a la remera de una mujer fértil tomaban más alcohol que aquellos que olían la remera placebo.

¿Entonces? ¿Es verdad o champú? Acá la comunidad científica tiene opinión dividida. La bandita que dice que las feromonas tienen efecto en los humanos sugiere que la función que cumplía el órgano vomeronasal en los protohumanos fue cambiada por algo en la misma nariz. Mientras tanto, los de la vereda de enfrente dicen que la metodología usada en estos experimentos generalmente no es muy piola y que la ausencia del cosito sería más que suficiente para argumentar que Banda de Turistas le erró con el estribillo.

Otro ejemplo de poco acuerdo en este temita es la sincronización menstrual. Todos tenemos conocimiento de alguna flaca que dijo haber sincronizado la menstruación con otra mujer, particularmente cuando están viviendo o trabajando juntas. Nunca lo observé con mis propios ojos y no parece haber un mecanismo fisiológico que lo describa. Pero los relatos femeninos abundan y confunden, y la evidencia todavía más, cosa que en este caso es un problema porque mientras algunos estudios demostraron que el ciclo menstrual sí se sincroniza, otros lo ponen en duda (nuevamente) por la metodología utilizada, como por ejemplo grupos de estudio muy pequeños, sobreestimación de los efectos e imprecisión en la definición del término ‘menstruación sincronizada’.

Qué científicos molestos, todo el tiempo queriendo que los experimentos sean correctamente desarrollados para que los resultados sean producto de una investigación sistemática y reproducible de buena calidad, y no un delirio Hannemaniano.

La cuestión es que no definimos si cuando pasa alguien que te gusta y huele bien, lo que te pone on fire son las feromonas, su perfume, o el simple hecho de que se parte al medio. De todas maneras, las tengan o no (las feromonas), los perfumes están buenísimos y te salvan las papas en invierno cuando se te rompe el calefón o te llega una factura de gas suculenta. Entre eso y las publicidades locas, alcanza para que mi voto sea positivo.