Dado vuelta estás vos

Dado vuelta estás vos

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Pablo A. González

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Celeste Aires

¿Por qué rotamos las selfies? ¿Por qué salimos distintos en las fotos que en el espejo?

¿Por qué rotamos las selfies? ¿Por qué salimos distintos en las fotos que en el espejo?

Dado vuelta estás vos

Ahora la roto y la subo.
—¿La roto?
Claro, me la sacaste vos, tengo la cara al revés.

No entiendo cómo puede alguien tener la cara al revés. Podría atribuir mi ignorancia al hecho de que no soy muy amigo de la selfie*, lo que me hace un juez bastante incompetente a la hora de opinar sobre versiones más o menos adecuadas de la quiralidad facial en una foto pronta a ser permanentemente efímera en redes sociales, desestimar el hecho como anecdótico y seguir con mi vida; pero los obsesivos no hacemos eso.

Como definitívamente no me iba a quedar en el molde, agarré mi teléfono e hice eso que a los no fotogénicos nos moviliza: puse cara de pelotudo y disparé. La foto, evidentemente, era normal. Me devolvió mi cara típica, la que conocía, la que me mira confundida a la mañana, lagaña mediante, después del primer pis pero antes de cepillarme los dientes. Era yo, el de siempre. El del espejo.

El problema fue rotarla y que apareciera otro. Uno que es re, re yo, pero no yo. No yo yo mi yo, el de las lagañas, sino no casi igual, pero no. La puta madre, tengo la cara al revés.

Lo bueno es que no soy el primero en sentirse guante derecho en mano izquierda, levógiro, inadecuado y ajeno. La pregunta de por qué nos vemos raros cuando nos vemos al derecho es tan vieja que la preceden otras: unas significativamente más viejas que la selfie.

Cuando un pintor compone un autorretrato, tiende a pintar el lado derecho de su cara (bah, el izquierdo espejado). Por el contrario, cuando hace un retrato de otro, tiende a mostrar el izquierdo. Este sesgo está recontra documentado, pero su origen es bastante discutido aunque uno de los sospechosos de siempre es el espejo.selfiesbLos espejos existen hace un montón (el término técnico para ‘ya había espejos unos 15 siglos a.C.M.’), pero se hacían con metales pulidos y eran carísimos. En el siglo XIV empezaron a aparecer en Venecia los primeros espejos de vidrio con superficies metálicas adheridas, pero todavía eran caros, y los pintores tuvieron que esperar hasta el siglo XVII para tener espejos baratos y masivos. Ahí, sorpresa, cambia el sesgo. Lo que antes era un montón de retratos sesgados hacia la izquierda, ahora se convertía en un festival ¾ perfil neoliberal, y la idea de que las caras se usan más de un lado que del otro empezaba a tener soporte evidencial, con la frutilla del postre de ver que el sesgo se cancelaba entrando al siglo XX, momento en el que la fotografía le da al pintor la posibilidad de pintar lo que le pinte porque, total, tiene la foto.

QUÉ PELAZOOOOOO

QUÉ PELAZOOOOOO

Listo, problema resuelto, hay cara al derecho y cara al revés, aunque no sepa por qué. Pero eso es conformarse y volvemos a encontrarnos con un punto clave: los obsesivos no hacemos eso de conformarnos. Ahí viene el paso siguiente: hay que preguntarse cómo es que un pintor labura con un espejo, y de qué lado lo pone para poder trabajar. Si tenemos en mente que la mayoría de la gente es diestra, uno no pondría el espejo a la derecha del lienzo, atrás de la mano, salvo que quiera pintar cuadros basados en el 90% de las fotos de mi infancia donde delante de mi cara aparece un dedo de mi madre, aventurera de la fotografía en la etapa pre digital, esa que nos hacía esperar una semana para ver cómo habían salido las fotos.

Es ahí donde vuelve la entrada triunfal de la selfie, ahora ya no objeto de estudio sino herramienta. Porque, si la elección de los pintores tiene que ver con nuestra cara en lugar de con la parte procedimental de pintar, la elección de perfil va a aparecer en las fotos. ¿Qué otro camino tienen los investigadores que agarrar una pila de voluntarios y analizar las fotos de sus celulares? Eso fue lo que hicieron, y después de separar la paja del trigo (donde el trigo son selfies a ser analizadas y la paja todo el resto de las fotos, especialmente las de sus vacaciones del año 2011 en Brasil que buscaste un montón sin que se te escape un Me Gusta) descubrieron que el patrón se repetía: la gente tiende a tener más selfies mostrando su perfil izquierdo.

MIND=BLOWN

(Este es un paréntesis tan importante que es su propio párrafo, y sirve  para que todos nos tomemos un momento, abramos Instagram en otra ventana y contemos la cantidad de fotos de cada lado, evento del cual espero que, al terminar, el que lee diga ‘uh, qué flash, es verdad’).

O sea que sí, que nos sacamos la foto de un lado, que tengo la cara al revés, pero ahora tengo más curiosidad que antes porque no sé por qué ese lado. Porque si hay una tendencia a mostrar un perfil por sobre el otro, alguna cosita subyacente tiene que esconderse por ahí. ¿Qué tiene entonces un perfil izquierdo que no tenga uno derecho? Expresión y un coqueto control por parte del hemisferio derecho del cerebro.

Antes de que alguien grite, no. No voy a caer en mitos de hemisferios creativos y analíticos, pero sí a decir que hay determinadas funciones que están más lateralizadas que otras en el baboso centro de operaciones intracraneal. El lenguaje, por ejemplo, está controlado predominantemente por el lado izquierdo, mientras que del lado derecho, entre otras cosas, tiene alguna dominancia en controlar el reconocimiento del espacio y en identificar caras.

Otra cosita interesante del cerebro es que el cuerpo lo controlamos cruzado: el hemisferio derecho trabaja sobre nuestra mitad izquierda, y el izquierdo sobre la derecha. Todo parece indicar que de combinar estos dos elementos nace el hecho de que nuestra mitad izquierda de la cara es capaz de evidenciar emociones más intensa y claramente que nuestra mitad derecha, que viene a ser el puchito que faltaba para conectar el sesgo de los pintores así como el de las autofotos.

Harrison ‘contradicción hemisférica’ Ford

Carita ligeramente a la derecha, duckface, ángulo picado, libro despreocupado de fondo, y listo.

Pero todavía no era suficiente, y ahí es cuando volví a la discusión original. Ella rotó la foto que yo le saqué. O sea que ella se sintió al revés mirándose, pero yo la veía bien. El tema es que yo la veo todo el tiempo de una manera y ella se ve de otra.

Acá entra el Efecto de Mera Exposición, uno de mis sesgos cognitivos preferidos. Ese que hace que una canción que escuchaste una vez y era mala, dos veces y era mala, tres veces y era ‘meh’ se convierta es un temazo en la exposición número 97. O sea que tenemos un hipito cognitivo que hace que desarrollemos una preferencia por algo solamente porque nos es familiar. Si tan sólo hubiese un paper que mostrase que las personas eligen fotos de sí mismas sacadas de forma espejada, mientras que sus parejas eligen fotos de ellas que están sacadas de frente… Ah, momento. ¡Sí lo hay! Sí se hizo, y sí dio: Las personas consistentemente eligen fotos espejadas de sí mismas por sobre fotos directas, mientras que sus parejas se copan más con las fotos no invertidas: nos gusta un cachito más eso a lo que estamos acostumbrados, incluída nuestra cara y la cara que nos gusta.

O sea que su cara sí estaba al revés, porque era mi cara de ella, no la suya. Entonces soy yo el que me mira de mañana, el que sale en las fotos que me saco pero que desconozco en las que me sacan. Porque en esas sale el otro, el de mis amigos, el de mi viejo, el de mi novia, el que comparte más cuerpo que forma, el que sonríe del otro lado, que tiene una cicatriz justo enfrente de donde debería estar, y es que vos recién sos vos cuando te armás, te conocés, te acostumbrás, te repetís y decidís de qué lado vas a estar al derecho.

 

* Para ser preciso, 1 de 144 fotos de Ig fueron selfie posta, aunque sí, hay un par con novia y con mi viejo porque, bueh, el amor, la familia y eso, pero técnicamente cuentan como bothie.