Tierra de nadie

Tierra de nadie

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Ezequiel Arrieta

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Leonardo Barilari

¿Cuántas veces estuvo la vida a punto de terminarse?

¿Cuántas veces estuvo la vida a punto de terminarse?

Tierra de nadie

“En el mundo hay gente bruta y astuta, hay vírgenes y prostitutas. Ricos, pobres, clase media, cosas bonitas y un par de tragedias. Hay personas gordas, medianas y flacas, caballos, gallinas, ovejas y vacas […] Pero, pero, pero no hay nadie como tú, no hay nadie como tú mi amor, no hay nadie como tú.”
Calle 13

Muy a pesar del enorme abanico de colores, formas, tamaños y distribuciones físicas que recorren a nuestra especie, la diversidad genética de la población humana es menor a la diversidad genética que tiene toda la población mundial de nuestros primos hermanos: los chimpancés y gorilas (unos 150.000 individuos de cada especie más o menos). Esto quiere decir que, aún habiendo un puñadito de chimpancés, son todos menos primos ellos entre ellos que nosotros entre nosotros o, mal y pronto, que hay más variedad en un surtido Terrabusi que en el ADN de la humanidad (independientemente de si a vos te simpatizan más las Melbas o los Anillitos). Esta cercanía genética sugiere que, en algún momento, la población mundial del Homo sapiens podría haber sido bastante menor que 150.000 sujetos, y quizás no sólo una vez, sino varias veces. Todopoderosos y maravilla de la naturaleza como nos creemos, una vuelta casi nos extinguimos; al punto que, bajo las consideraciones actuales, hubiésemos estado en la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que es como que la Kloosterboer aparezca en una publicidad pidiendo salvar a las Kloosterboers (iniciativa que, por supuesto, apoyamos).

Más de uno seguro flashea con que ahora estamos al borde de la extinción por la manera poco inteligente que tenemos de administrar los recursos naturales. Me hago cargo, yo también pienso en eso. Pero hablo de que en algún momento fuimos un número de seres humanos medio parecido a los que pueden entrar en el Estadio Monumental, y guarda que nos referimos a humanos ya consolidados, a antepasados directos, de esos que sentaron las bases genéticas de nuestra civilización; no a Lucy, abuelísima total en nuestra historia evolutiva, peluda y con rasgos fuertes.

Humanos requete humanos. Como Adán y Eva, pero de verdad.

No hay un consenso sobre lo que pasó, pero así como a los lagartos gigantes los borró del mapa un meteorito condimentado con una pizca de cambio climático drástico y volcancitos de aderezo, buena cantidad de evidencia indica que la erupción de un bruto volcán casi hace lo mismo con nosotros. El Toba, además de ser una comunidad aborigen y de no ser el esposo de la Taba, era un supervolcán que estaba ubicado en lo que es ahora Indonesia. Sarpado volcán, pero sarpado en serio. Tan sarpado era, que ‘era’ porque el tipo explotó en una megaerupción que hizo desaparecer 2.700 km3 de piedras de su cima hace unos 70.000 años y no parece haber dejado testigo que contara la anécdota. No estoy hablando de Pompeya ni de lo que pasó en Chile, sino de la erupción volcánica más grande que se haya estudiado.

La explosión del Toba fue tan enorme que se cree que superó por varias veces a la segunda erupción volcánica más grande conocida, que ocurrió hace unos 200 años en la misma isla, pero en otro volcán. La erupción del Tambodora (nombre propio de ‘el otro volcán’) mató a decenas de miles de personas con un río de lava psicodélica y un tsunami que iba a velocidad ‘primer encuentro sexual de un adolescente’. El ruido de la explosión fue tal que se escuchó hasta en New York. Más tarde, cuando las cenizas repletas de sustancias sulfurosas cubrieron el cielo, la luz y el calor del sol se comenzaron a reflejar en la atmósfera y eso convirtió a las zonas afectadas en una heladera. Sabiendo esto, ahora podemos imaginarnos lo mismo pero multiplicado varias veces, y meter en la ecuación la participación estelar de una era de hielo. El resultado es un planeta donde hacía más frío que en el corazón de tu ex, lo que nos lleva a que no sea difícil entender cómo casi nos convertimos en una especie más del museo de los extintos.

Suena exagerado, pero tiene con que. Un estudio sugiere que la población mundial de humanos podría haber quedado reducida a dos equipos completos de fútbol: 40 adultos aproximadamente. Estos investigadores se pasaron en extremismo pesimista, pero los del vaso medio lleno hablan de unos cuantos miles, que viene a ser lo mismo que un domingo en el que Vélez lleva mucha gente. El problema, más allá del número exacto, es que los sobrevivientes estaban dispersos en varias tribus de unos pocos, y encontrar a alguien para arrimar el bochín que no fuera tu hermana o tu prima era todo un desafío. Bueno, la prima no tanto.

Para colmo, esta no es más que la última prueba fuerte que tuvo que pasar nuestra especie para llegar hasta acá. Todo lo que hoy vive, incluida la especie humana, es un hermoso producto de la confluencia de leyes físicas, químicas y biológicas en el momento y lugar justos. Se dieron bocha de circunstancias súper necesarias para que vos estés perdiendo el tiempo al frente de la computadora leyendo estas incoherencias.

Recapitular implica pensar en un sistema solar con una estrella de tamaño piola y con un promedio de vida largo. La localización de la Tierra a una distancia justa para que el agua se encuentre en estado líquido. El choque de un asteroide enorme que dio origen a la Luna, la cual estabilizó el eje de la Tierra y nos regaló los días de 24 horas en lugar de 8 (TKM, Thea sin frenos). La endosimbiosis bacteriana que resultó en el origen de las mitocondrias y los cloroplastos, permitiendo la explosión de la vida en formas superiores. La colonización de los vegetales sobre la tierra firme. La caída de otro asteroide, pero que esta vez extinguió a los dinosaurios y permitió que los mamíferos nos apoderaramos del mundo. Una serie de cambios climáticos hace 2.6 millones de años que modificó la cobertura vegetal de la vieja África y obligó a los protohumanos a salir del bosque para caminar por las estepas y comer lo que se les cruzara en frente. El volcán de Toba. Sobrevivir a los Neandertales y también enfiestarnos con ellos. Animarnos a salir de África. Animarnos a cruzar océanos. Animarnos a domesticar la electricidad. Animarnos a inventar la Internet. Así, hasta ahora, que ya tenemos Internet, antibióticos, supermercados y McDonalds. Todas esas cosas que nos hacen invencibles, indetenibles; casi eternos.

Actualmente somos una bocha y limpiarnos a todos puede ser más difícil que cuando andábamos en culo por el Gran Valle del Rift. Los humanos somos unos bichos locos recontra adaptables que hemos podido superar con éxito un montón de desafíos evolutivos. Pero hoy, el desafío de supervivencia es nosotros: los ecosistemas se están degradando y se bancan cada vez menos nuestras actividades. Sin embargo, aún tomando todas las precauciones y siendo hermosamente correctos, a veces las cosas pasan, los meteoritos pegan, los virus mutan y debajo del Parque Nacional Yellowstone, en Estados Unidos, hay un volcán tamaño Toba que en cualquier momento detona.

Somos seres chiquititos y frágiles habitando una mota de polvo en el vacío del Universo. Los mismos que hace 70 mil años casi dejan de ser. Los mismos que otras centenas de miles de especies jamás extrañarían.

Recién estamos empezando a entender la necesidad de cuidar nuestro único gran rancho, mientras mandamos pedacitos de nosotros a otras piedras perdidas en el espacio, por si algún día nos levantamos y refresca fuerte.