Ningún camino será perfecto

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Contamos con todas las herramientas para realizar una transición hacia una mejor forma de producir los alimentos, pero no hay que pecar de ciegos y optimistas. Tenemos que elaborar un plan de acción que nos muestre el camino hacia el éxito. En mayo de 2020 el presidente de Sri Lanka prohibió las importaciones de fertilizantes y pesticidas sintéticos con el objetivo de convertirse en el primer país 100% libre de estos productos. Si bien los agricultores de Sri Lanka apoyaban la política del gobierno, solicitaron más tiempo para hacer la transición ya que tenían pocos conocimientos sobre cómo practicar otro tipo de agricultura. Sin agroquímicos ni una estrategia apropiada, la prohibición provocó una disminución del 20% en la producción de arroz en seis meses, y el gobierno de Sri Lanka tuvo que gastar 450 millones de dólares en importaciones de arroz para cubrir la demanda interna, unos 50 millones de dólares más de lo que se ahorró prohibiendo los agroquímicos (que estaban subsidiados). La caída también afectó al té (un 18%), su principal producto de exportación. Ante estas circunstancias y las protestas masivas, la prohibición fue finalmente cancelada en noviembre del mismo año. Esta experiencia resalta la importancia de contar con una estrategia de implementación gradual y de brindar a los agricultores el tiempo y los recursos necesarios para adaptarse a las nuevas formas de producción, así como también de su participación activa en las discusiones de las medidas a tomar. 

Un ejemplo exitoso es el trabajo realizado por el equipo del investigador Cui Zhenling. En un esfuerzo monumental que tomó diez años, capacitaron a 21 millones de campesinos de las principales regiones productivas de China sobre cómo gestionar mejor el suelo, el agua y los fertilizantes.59La red colaborativa total se compuso de 205.102 personas: 1152 científicos, 65.420 técnicos agrícolas extensionistas, 44.580 representantes de ventas de semillas y fertilizantes, y 93.950 distribuidores. El programa resultó en un aumento en la producción de los cultivos (maíz, trigo y arroz) al mismo tiempo que redujo el uso de fertilizantes nitrogenados. Esto significó más de 30 millones de toneladas de granos extra y un ahorro de más de un millón de toneladas de fertilizantes. Este es un ejemplo inspirador que demuestra que es posible realizar una transición exitosa hacia una producción de alimentos más sostenible, incluso en regiones con una alta presencia de pequeños agricultores.

La demanda de alimentos aumentará en las próximas décadas y la producción deberá seguir el ritmo para garantizar la seguridad alimentaria, pero no a cualquier costo. Expandir la frontera productiva mediante la transformación de ecosistemas naturales causaría un daño significativo al ambiente. Lo sabemos por experiencia. Sin embargo, ningún camino será perfecto y sea cual sea la forma de producir que se elija, inevitablemente siempre habrá conflictos entre la protección de la biodiversidad y las necesidades —y demandas— humanas. El reto consistirá en utilizar las mejores herramientas a nuestra disposición, evitar los sesgos que puedan surgir y darle la bienvenida a cualquier método que respete los principios para lograr una producción de alimentos sostenible. Los repito, porque no se puede insistir lo suficiente en esto: no destruir los espacios naturales que quedan, restaurar los ecosistemas degradados y usar menos insumos.